Ahora lo sé. Este amor dura condena tenía pues la espada
Mortal ya se había atravesado: la de nuestro amor contrariado.
Éramos al mismo tiempo salud y prejuicio, cara y cruz del
Destino desenfrenado que nos dejó profunda cicatriz de enamorados.
Después de consumar el festín apasionado, las alas rotas,
Y el corazón vagando, gigante perfectamente acorazado,
Registramos con avidez los instantes que han quedado prendados
Del alma toda ella amante, desenfrenada, loca, ebria de alegría.
Nadie auguró jamás que el amor en espada también se convertiría
Y que con igual vehemencia, cruel y decidida, la batalla pelearía.
Esta música que en el aire suena no es ningún artificio de vana alegría
Somos seres rescatados de su melancolía, somos amantes de por vida.
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